Destornillador


Cogió el destornillador y le miró directamente a los ojos, con rabia, con sed de venganza. No le importaban las consecuencias, había llegado su momento y el fin de su sufrimiento, lo tenía claro. Su marido, inmovilizado en la mesa, como cualquiera de los muchos platos que desgraciadamente tuvieron que compartir y otros que acabaron rotos en su cabeza tras cualquiera de sus absurdas discusiones, la miraba aterrorizado. No podía gritar, pues tenía la boca llena de calcetines sucios. Temblaba de miedo. La mujer, con los ojos amoratados de las últimas palizas, pensaba en todos los insultos, los golpes, las humillaciones que había tenido que recibir de su parte. Planeaba clavar el destornillador de punta de estrella por todo su cuerpo tantas veces como él la había maltratado. Seguramente dejaría de respirar antes de que pudiera terminar con la tarea. Luego, por fin, sería libre.

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